A veces estás aquí
(y no allí dentro de ti)
y te empiezo a echar de menos,
así, a contratiempo.
Algún día te irás,
de mis manos te escaparás,
a medias del abrazo,
y sin despedida, destrozado.
Me da miedo que no haya despedida,
quedarme sin página, perdida.
Y que me haga tu recuerdo
lo que el mar a un libro viejo.
Porque una cosa muy común
para los poetas, más aún,
es sentir nostalgia,
pero para sentirla quiero una pauta.
Te puedo querer conmigo
algún domingo,
en febrero,
y en los años bisiestos.
Y estaría conforme,
aunque un poco insomne.
Pero si te vas sin avisar,
este es el problema a plantear.
Que otra cosa muy distinta es,
necesitarte cada mes.
Empezar luego a ser feliz,
y que aparezcas por un desliz.
Porque entonces no podré negarte
todo lo que en su día sospechaste.
Cosas como cómo te quise
y que en mi cabeza viviste, moriste y reviviste.
Si te vas, lo podré soportar,
la vida se basa en aguantar.
Pero no seas cobarde y empieces a marcharte
antes de ser educado y avisarme.